La leyenda de San Miguel de los Jagüeyes.

San Miguel de los Jagüeyes es una población del municipio de Huehuetoca, ubicada al norte del Estado de México y colindante con el estado de Hidalgo, su economía se basa en la agricultura y la pesca, y su actividad se centra principalmente en los Jagüeyes, también conocidos como aguajes, ollas de agua, cajas de agua, o bordos de agua, que son depresiones sobre el terreno, que permiten almacenar agua proveniente de escurrimientos superficiales, este lugar alberga la leyenda de un hombre llamado Timoteo Salvatierra, quién vivía en terrenos alejados de San Miguel, donde cerca tenía un pequeño Jagüey que le servía principalmente a su familia y a algunos pastores para darle agua a su ganado; Timoteo tenía tres hijos, los cuales le ayudaban al sostén del hogar realizando trabajos de peones en las Haciendas, era un hombre dedicado a su familia, su actividad principal fue la elaboración del pulque, así que todos los días muy temprano en la mañana y por la tarde extraía el aguamiel de sus magueyes,  y cuidaba sus cultivos de maíz y fríjol, pero cuando las siembras no iban bien y el dinero no alcanzaba trabajaba en algunas Haciendas cercanas, fue así que trabajó en la Hacienda del Salto propiedad de la familia Basurto, de la cual  actualmente solo quedan ruinas,  Timoteo tenía su casa rodeada de grandes nopaleras, era una construcción hecha de piedra y lodo, techada a la antigua con penca de maguey y pasto, con sólo dos espacios para dormir y su área para cocinar, todos los días su esposa  Concepción Benavides se preocupaba por darle  sus alimentos y llenar su morral con agua y tacos por si el regreso se retrasaba, pero un día después de preparar el pulque, mismo que entregaría a la Hacienda del Salto, Timoteo se despidió de su esposa  y partió acompañado de su jumento, dicho lugar está un poco alejado de San Miguel y su regreso sería por la tarde o noche, a su regreso de la hacienda se dispuso a ordeñar sus magueyeras con su acocote y llenar sus cueros donde recolectaba el aguamiel, siempre tenía la costumbre de amarrar su jumento en un viejo tepozán cerca de sus magueyales, pero en uno de sus magueyes más productivos, se llevó una gran sorpresa al encontrar posadas en él a dos lechuzas consumiéndose su aguamiel, fue tanto su coraje que con su honda de ixtle golpeó a una dejándola media atontada y con el acocote golpeó a la otra, pensando que las había matado se acercó a revisarlas y con tremendo enojo empezó a pelarlas quitándoles la mayor parte del plumaje y después las aventó donde ponía los desechos del maguey y regresó a su casa, al llegar le platicó lo sucedido a su esposa quién le dijo si no sería cosa del diablo ese acontecimiento, contestándole Timoteo con gran soberbia “¡Que va a ser, si él se para en mis magueyes, al mismo que desplumo!”, al día siguiente realizó la misma rutina pero al cruzar por el camino que va al Salto, se topó con un hombre a caballo, el cual portaba un sombrero negro, con su herraje plateado y su caballo de color negro lucía muy  bien cuidado, éste hombre le pregunto a Timoteo a donde iba, a lo que Timoteo respondió que a ordeñar sus magueyes, a lo que éste hombre le dijo que lo invitaba a recoger unos animalitos en la siguiente loma que se subiera al caballo en ancas, y Timoteo le dijo que ya era tarde y no podía acompañarlo por lo que el jinete le mostró unas monedas de plata y le dijo que si lo acompañaba esa sería su paga, por lo que Timoteo accedió acompañarlo, al subir al caballo sintió un fuerte escalofrío, pero aún así siguió su camino con el jinete desconocido, avanzaron rumbo a las faldas del cerro del Guatecomaque, y Timoteo le preguntó si no iban a la Loma, por lo que el jinete le respondió que si pero que tenía dar la vuelta en esa ladera, así continuaron su camino, y de pronto llegaron a un gran bosque, cosa que espantó a Timoteo, ya que no reconocía el lugar, por lo que volvió a cuestionar al jinete respecto al rumbo que habían tomado, el jinete solo respondía que iban por el camino correcto, cuando en ese momento llegaron a una gran casona, el jinete lo invitó a pasar, al entrar le dijo que se sentara y que lo atendería, de pronto aparecieron dos hermosas mujeres tapadas con una sábana y sin cabelleras, y el jinete le dijo “Ayer pelaste a mis hijas”, por lo que Timoteo muerto de miedo intentó correr y salir de la casona pero las puertas se cerraron, y el jinete le dijo “Mira Timoteo, esto lo pagarás caro”, Timoteo no resistió más el terror y se desmayó, al despertar se encontró en ese gran maguey pero ya sin aguamiel, seco, buscó su jumento y no estaba, por lo que corrió a su casa y al llegar estaba destruida, no había nada, y mientras corría despavorido buscando alguna explicación a lo sucedido nuevamente se topó con el jinete quién le dijo: “Estamos a mano”. La leyenda dice que durante muchos meses su familia lo buscó, que encontraron su jumento y sus cosas, pero a él no, y que la familia decidió irse de aquel lugar porque pensaban que era cosa del demonio, un año después el cuerpo de Timoteo fue encontrado sin ropas y con un fuerte golpe en la cabeza en un montón de desechos de maguey, se cree que esa gran casona es la cueva del cerro de Guatecomaque, conocida por muchos pobladores por sus apariciones y sucesos paranormales.

Related posts

El Enigma del Picatrix: Grimorio mágico

La enigmática presencia entre las sombras

Transformación en la Oscura Selva Amazónica